Además era un punto neurálgico para los comunicaciones entre el oriente, centro y occidente de la isla. De hecho en la guerra del 1895 radicó allí el hospital militar y fue, además, el centro de provisiones de víveres que entraban por su bahía, para las unidades que se encontraban en operaciones. El tesorero general de la república y miembro de la academia de historia, el camagüeyano Fernando Figueredo, dijo de aquella zona lo siguiente:
"En ese trayecto de veinte leguas, entre el Guamo y Tunas, se abrieron más fosas bajo las plantas de los soldados de España, que en ningún otro territorio de Cuba".
Aunque previamente el general Vicente García se alzó brevemente en aquella ciudad y hasta paseó por sus calles nuestra enseña nacional, en realidad la ciudad de Las Tunas había sido atacada en el mes de agosto de 1869 por una fuerza rebelde al mando del general Manuel de Quesada y Loynaz, el cuñado de Carlos Manuel de Céspedes, compuesta por 1.200 hombres más una pieza de artillería. La ciudad estaba defendida por seiscientos soldados de línea españoles más 250 voluntarios, lo que nos da una idea de la importancia que España le concedía.
Sin embargo, la oportuna irrupción del coronel Valera con 250 hombres atacando por la retaguardia, dio al traste con las aspiraciones mambisas arrojando un saldo de 7 muertos y 24 heridos. "La Numancia Cubana", así la llamó el coronel Manuel Sanguily en la introducción de su artículo donde hizo una analogía con la resistencia del pueblo celta ante el asedio romano.
"Corría el mes de septiembre de
1876; en la inmensa huesa que
Cuba ha erigido por su libertad,
yacen entre decenas de millares
los restos del Padre de la Patria,
del Bayardo camagüeyano, del Patriarca de Cabaniguán, de las víctimas del "Virginius'', que en espeluznante orgia de sangre ofrendara al Moloch insaciable de la
tiranía la vesánica crueldad de
uno de sus siervos.
La Revolución
declinaba en Las Villas, parecía
extinguirse en Camagüey y en
Oriente, ya no llegaba ayuda del
exterior, pues los bolsillos exhaustos de los emigrados, ahora
indigentes, apenas bastaban para
enviar débiles cayucos que, comandados por nautas arriesgados,
traían a las playas de la mártir
exiguos auxilios de medicinas.
Es entonces - cuando parecían
perdidas las esperanzas - cuando se
alza frenética la Diosa de la Revolución y entrega al Ejército cubano la plaza de Victoria de las
Tunas un episodio digno de la fábula en el cual, a filo de machete, abate el fiero león de Santa
Rita los hasta entonces muros inexpugnables de la ciudad de su
nacimiento".
Poblados como Guáimaro, Cascorro, Holguín, Puerto Padre y Manatí, España los consideraba vitales para establecer allí sus sistemas defensivos entre uno y otro punto de la isla. Es por eso que, el 23 de septiembre de 1876, Victoria de las Tunas es atacada de nuevo por las huestes del mayor general Vicente García y González, nacido allí el 23 de enero de 1833.
EL PLAN
Basado en informaciones de dos supuestos espías, el ex comunero de París Charles Philibert Peisso, alias Aristipo, casado con la Cubana Iría Mayo Martinelli y la ayuda del boticario local, Joaquín Romero, de nombre en clave de Arístides, el general García consiguió el éxito en este lance.
Charles Philibert, un socialista galo llegado a Cuba desde España, se las ingenió para mantenerlo bien informado de la situación, numero de fuerzas, desplazamiento y lugares acantonados de las tropas españolas, de manera que el ataque de los cubanos fue casi al seguro. Previo al ataque, el León de Santa Rita concentró sus tropas en el potrero Guaramanao, a seis leguas de las Victoria de las Tunas.
Dicha fuerza estaba compuesta por el regimiento de caballería "Rio Blanco", un escuadrón del "Agramonte", los regimientos de infantería "Jacinto", "Tunas", "Bonilla y "Jiguaní" que una vez estuvieron listos, se pusieron en marcha. Ya había conseguido establecer contacto con estos dos confidentes que "le abrieron las puertas de la ciudad" prácticamente.
Para que no hubiera confusión entre sus hombres, el general García dispuso que sus guerreros entraran en Tunas desnudos de cintura arriba; pues aprovechando la obscuridad se le daría machete a todo el que no vistiera de esa forma. De manera que en la madrugada del día 23 de septiembre las fuerzas comandadas por el coronel José Sacramento León, alias Payito, asaltaron el cuartel principal donde se hallaba el almacén del parque y la fusilería; mientras que el teniente coronel Juan Ramírez Romagosa se encargaría de la Iglesia, lugar donde se almacenaba el parque y las tres piezas de artillería.
Por otro lado las fuerzas comandadas por el teniente coronel Montero tomarían el Cuerpo de Guardia y, tan pronto se diera la alarma, el teniente coronel Jose Manuel Capote se encargaría del Cuartel por la retaguardia sembrando la confusión y el pánico entre la sorprendida guarnición. Finalmente un destacamento del cuartel general, a las órdenes de Francisco "Pancho" Varona González, ocuparía la administración, e impediría además, que la tropa acuartelada en el extremo de la plaza pudiera reforzar las posiciones asaltadas.
El coronel Capote le tocó quizás la misión más difícil, tener que derrumbar la pared de la casa de Amalia Lora que daba al patio de Agustín Nápoles Fajardo, (Familia del poeta Juan Cristóbal el Cucalambé) y desde allí iniciar el asalto a machetazos a la guardia de la plaza y que al final resultó una carnecería. Así lo narra el coronel Francisco “Pancho” Varona, primo del general García, mambí de las tres guerras, que había participado incluso en el primer intento fallido del general Manuel de Quesada:
«Pasamos por el patio de mi antigua casa, que reconocí tras tantos años de ausencia. Entramos por los colgadizos de la esquina que en otros tiempos habitaba la morena Luisa, allí una mujer que no conozco [Amalia Lora] y a quien solo percibí en la oscuridad, nos esperaba y abrió la puerta; atravesamos la calle por entre dos puntos de guardia, cayendo al patio de la casa [de los Nápoles Fajardo], cuyo frente da a la plaza de Armas […]
El paso entre [las casas de Amalia Lora y la de los Nápoles Fajardo] fue fatigoso, pues los hombres tuvieron que arrastrarse a través del hueco que fue abierto en la pared de su casa. La puerta de la cochera de los Nápoles Fajardo, se abrió a la una de la madrugada por el boticario bayamés Joaquín Romero, que se hospedaba en la lujosa mansión y era uno de los confidentes de Vicente García».
De este plan de ataque solo falló el teniente coronel Jose Manuel Capote, que no fue lo sorpresivo que esperaban, ya que los soldados del cuartel escucharon cuando este derribaba los muros de la casa. "Faltó allí el elemento imponderable de la sorpresa", como dijera el coronel Sanguily. A las ocho de la mañana se rindió el cuartel, y saldo arrojaba 19 bajas en las filas del coronel Capote, de las 24 que tuvieron los rebeldes, siete de ellas mortales.
Por parte de las guarniciones españolas, al mando del capitán Félix Toledo, fue de 285 prisioneros y más de un centenar de voluntarios. El cuartel maestre y la comisaria cubana se hicieron con las tres piezas de artillería y trescientos tiros, más un total de 811 fusiles y 250.000 tiros, 15 caballos y sus monturas, más un botín considerable de ropas, víveres, medicinas y efectos de todas clases.
Y aunque la ciudad fue ocupada por solo 72 horas, esta vez el ataque si tuvo repercusión en Madrid, lo que provocó la destitución del capitan general Joaquín Jovellar y Soler por el más dialogante y negociador Arsenio Martínez Campos. Y un dato que apenas se ha dicho en muchos relatos de historiadores, el incendio de la ciudad del día 25 no fue ordenado por Vicente García, si no por Tomás Estrada Palma.
Dicho esto.
Antes de entrar en materia nos gustaría matizar algo. Estamos hablando de un Vicente García que había perdido a dos de hijos, una hembra de cuatro meses, María Trinidad, más un varón de nombre Saúl, y ¿sabe como?, pues a manera de chantaje su casa fue bloqueada por ordenes del coronel Eugenio Loño Montaño y, al no resistir el asedio, sus hijos murieron de hambre. Sin embargo, ni así su esposa Brígida Zaldívar Cisneros claudicó en su apoyo.
Por tanto no sería difícil imaginar el odio y el rencor que le embargaba, y comprender que podía estar sintiendo en aquellos momentos. Sin embargo este pasaje, oculto por el 90% por cien de los historiadores, para no pecar de absolutos, nos muestra quien fue en realidad Vicente García y del porque, tras la captura del general Calixto García, fue elegido el 16 de marzo de 1878 general en jefe del ejercito por encima incluso del lugarteniente Antonio Maceo.
De manera que si grande fue su figura en este combate, legendaria fue su posterior actitud después de culminado, sobre todo ante el injustificado asesinato cometido por uno de sus hombres, el teniente Rivero, que a título personal decidió pasar a filo de machete a 103 prisioneros cuya custodia se le había confiado.
Y aquí nos remitimos de nuevo a las palabras del coronel Sanguily:
"El General García, como todo auténtico soldado, fiero en la pelea; pero, humanitario y generoso con el vencido, llevó a Rivero a un Consejo de Guerra".
Al parecer Vicente García consideró que la sentencia de ese consejo no estuvo acorde con el sangriento crimen cometido, y para evitar esa mancha al honor de su ejercito salió en búsqueda del acusado. No obstante Rivero ya había huido en dirección a la intrincada selva del humedal de Birama, al sur de la localidad, donde finalmente pagó sus pecados al caer en manos de una guerrilla española que le dio su merecido.
El historiador Hugh Thomas ha señalado, y con muchísima razón además, que después de 1898 los cubanos hemos reescrito nuestra propia historia acomodándola a nuestros intereses, de ahí que nos resulte muy difícil aceptar los fracasos. Y como ejemplo cita el de Carlos Manuel de Céspedes como en Yara. Por cierto en este ataque
los rebeldes blancos, casi todos hacendados, portaban escopetas, mientras que los esclavos negros tuvieron que conformarse con machetes y garrotes de jiquí.
Sepa además que es ataque ha sido manipulado por la historiografía, pues luego de creer que la guarnición de 4 soldados que custodiaba el pueblo se había rendido, una tropa de 125 soldados que marchaba de Bayamo a Manzanillo fue en su ayuda sin que Céspedes lo supiera. Le habían engañado para ganar tiempo. Al realizar su entrada que creyó triunfal, fueron recibidos por una descarga de fusilería "de parodia", según lo relató irónicamente el historiador Antonio Pirala, "porque no consiguieron darle un tiro a nadie".
Tuvo que ser el experimentado militar dominicano Luis Marcano, paisano de Máximo Gómez y otro de los considerados traidores al ejercito español durante la guerra de restauración, quien tomara Yara dos días después sin tirar un solo disparo.
OTRA MENTIRA
Señalar la toma de Bayamo como la primera victoria de la rebeldía Cubana, ha sido una de las más burdas manipulaciones cometidas. Mucho antes, cuando Céspedes fracasaba rotundamente en Yara precisamente, ya Vicente García había paseado victorioso, aunque brevemente, la bandera Cubana de Narciso López por toda las ciudad de las Tunas.
De hecho aquel ataque requirió la presencia del general Blas Villate y descuidó la incendiada ciudad de Bayamo. A su regreso, y según lo relata el historiador Pirala, el conde de Balmaseda fue atacado por las fuerzas de Donato Mármol en Río Cauto que, sin mostrar la más mínima consideración por aquellos "negros libertos", envió a 600 de ellos portando banderas blancas.
Cuando varios oficiales españoles salieron a recibirlos, estos se echaron al suelo facilitando con ello el ataque Cubano, pero provocando a su vez que la artillería española dejara aquel campo anegado de muertos y heridos. ¿Ha podido leer usted alguno de estos pasajes en los libros de historia?, por supuesto que no.
Se calcula que 1.500 familias Bayamesas se quedaron sin hogar una vez fue incendiada la ciudad, y que como única opción se vieron obligados a vagar por los bosques sin techo ni medios de subsistencia. Un total de 400 niños tuvieron que ser evacuados por las tropas españolas y no solo eso, tambien ardieron una veintena de ingenios y cafetales. ¿Le llamaría usted a esto un acto sublime de patriotismo?.
Las perspectivas varían según quien cuente la historia, eso ya lo sabemos, pero la verdad debe ser siempre una por muy jodida que sea. Violencia hubo por ambos lados, de hecho Madrid le ordenó a Weyler sacrificar la vida de 140 mil cubanos por hambre y enfermedades, ¿quiere crimen mayor que este?, en cambio contar milongas con finales felices dice muy poco de nuestra honestidad histórica.
Decía Karl Marx que la historia ocurría dos veces. La primera vez como una gran tragedia, y la segunda como una miserable farsa. En cuanto a la figura de Vicente García, ha sido estigmatizada injustamente por algunos protagonistas, prejuiciados en su gran mayoría, como fueron Enrique Collazo o Enrique Loynaz. Los hubo incluso que exigieron retirar su estatua de la plaza. Uno de los más inquisitivos fue Fernando Figueredo, que en sus discursos en Tampa llegó a afirmar lo siguiente:
"Es indudable que la actitud de Vicente García, jamás explicable, dio al traste con nuestras lisonjeras esperanzas de independencia. Nada disculpa la punible conducta del valeroso y aguerrido soldado (…) El juicio de la historia lo condenará siempre, como cuantos con él contribuyeron a la nefasta obra. Eran los judíos haciendo jirones la túnica de la Patria!"
De nada vale intentar conservar una memoria histórica, sin apenas reflexionar el contexto histórico de los hechos. A Vicente se le señala como instigador para la Paz de Zanjón donde ocurre la capitulación del Ejército Independentista y que puso fin a la guerra de los diez años. Y efectivamente, el 10 de febrero de 1878 sostuvo una reunión secreta con el general Arsenio Martínez Campos con ese fin.
Y si lo consideramos como un acto de cobardía, explíquenos entonces ¿qué hacía el general Antonio Maceo partiendo hacia Jamaica el día 7 junto al resto de sus familiares, apenas dos después de hecho efectiva la capitulación?. El manido "corojo roto" duró apenas una semana, mientras que el grito de ¡Viva Cuba Libre! se transformó en ¡Viva la Paz!. Sin aquella paz le hubiera resultado imposible a Martí reorganizar la guerra necesaria. El generalísimo Máximo Gómez no lo puso explicar mejor:
"Se ha tratado de buscar una víctima a quien hacer responsable, mas no se ha procurado estudiar los hechos, conocer el estado del ejército, y los recursos de que podía disponer, el más o menos auxilio recibido de la emigración y el cómo ha respondido en general el pueblo de Cuba a la llamada de sus libertadores".
Es poco sabido que, aunque no aceptó dinero a cambio, Vicente García se ofreció a vender las 150 caballerías de su propiedad a cambio de salir al exilio. Y aunque los Españoles le dieron un precio inferior de 50 mil pesos, pudo repartir 30 mil entre sus hombres y costearse el viaje del 7 de junio de 1878 a Dominicana en el vapor Guadalquivir, y de ahí a Río Chico, en Venezuela, donde fue envenenado el 4 de marzo de 1886.
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Monumento al general Vicente García en la vieja plaza de armas |
SIGLO XX
Afortunadamente, y a pesar de la falta de información disponible, su figura ha sido revindicada.
Durante la primera década del siglo XX, las Tunas seguía perteneciendo a Puerto Padre. Sin embargo el sentimiento de amor que le profesan los pobladores tuneros a su tierra se tradujo en una lucha incansable por lograr la separación. La construcción de la línea del ferrocarril en 1902 resultaría determinante en ese empeño, pues se convirtió en la vía de comunicación más importante.
Además sirvió como fuente de empleo tanto para cubanos, como para españoles, fundamentalmente gallegos, que vienen en busca de un sustento económico. En la Cámara de Representantes Victoria de las Tunas también encuentra voces defensoras. El 22 de noviembre de 1909, en "El Eco de las Tunas", el general Enrique Collazo se pronuncia a favor de esta ciudad y declara:
"No hay ningún pueblo en la Isla ni tan heroico, ni tan sufrido; no hay ningún pueblo en la Isla que después de tomado por sus propios hijos, haya sido por dos veces destruido, sacrificado su porvenir al derecho de ser libre, el pueblo todo cubano, sacrificando su pueblo, dando ellos mismos candela a sus casas, arruinándose antes que presentar al enemigo un medio de poder sostenerse y podernos copar (…) la Revolución debe al pueblo de Tunas una remuneración: tiene las condiciones que la Ley exige, reclama su Ayuntamiento y el Congreso debe dárselo".
El 24 de junio de 1910, la Cámara de Representantes aprobó la restitución del ayuntamiento a la localidad de Victoria y, el 7 de julio, se oficializó en la prensa local la sanción y aprobación de la ley por parte del residente de la república José Miguel Gómez. De manera que por sus 12936 habitantes le correspondieron 15 concejales, manteniendo la jurisdicción sobre poblados como Manatí, Palmarito y Playuelas, que con anterioridad habían pertenecido a Puerto Padre.