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Puerto Príncipe, Cuba, siglo XIX...// |
Imagine un escenario donde de una población total de 270 mil habitantes, cien mil vivían en las ciudades. Así estaban de despoblados los campos en Cuba a principios del siglo XIX. Precisamente por este abandono es que cundía la ley del más fuerte, como fue en este caso. La historia del más sanguinario y aborrecido de los malhechores cubanos apunta hacia un tal "Indio Bravo", un cuatrero que operaba en una franja comprendida entre Puerto Príncipe, Remedios y Sancti Spiritus, a inicios de ese siglo.
"Indio Bravo" fue un notorio ladrón y asaltador de caminos, "oficios" muy comunes en Cuba por aquellos años, era muy común verlo, en Puerto Príncipe sobre todo, cabalgando un inmenso caballo negro y armado con un "trabuco"*. Sin embargo jamás se supo su nombre de pila. Según el escritor Roberto Méndez, en su libro "Leyendas y Tradiciones del Camagüey", este bandido robaba y sacrificaba las vacas ajenas pero no para comer su carne, simplemente les arrancaba la lengua que era su comida preferida, la "lengua asada". E incluso las veces que realizó secuestros fue para para exigir comida a cambio.
La primera vez que le vieron fue en la zona de "Pelo Malo", muy cerca del macizo montañoso del "Escambray". Sin embargo, no se sabe como ni porque, pero su maldad fue más allá de lo imaginable, al punto de convertirse en un caníbal y encima ¡de niños!. Hay quien dice - los patrioteros sobre todo - que eran rumores y habladurías de la gente, pero el hecho de que esa misma gente le acusara de semejante delito, indicaba que algo raro estaba pasando. Registrado está que asaltó la hacienda de Don Pedro Barba y robó la casa de Don José Manuel del Portal, y estando sola su esposa con algunos niños consigo llevarse a dos de sus hijas, Luciana de Jesús, de siete años, y María Inés, de seis.
A la primera la asesinó al siguiente día y sus restos los dejó en las márgenes del rio Caunao, en Cienfuegos, mientras que a la otra niña jamás la volvieron a ver. Posteriormente, y aprovechando que estaban solas, asaltó la casa de Catalina Velis, en la Torre, hiriendo gravemente a la señora María Caridad de León. En el archivo histórico provincial de Puerto Príncipe, existen recogidos varios casos de niños secuestrados en aquella zona, como el de otra niña en "Magarabomba", y que fueron corroborados por el historiador local Juan Torres Lasqueti, quien en su labor de comisario de Fortificaciones, de la cárcel Nacional, de la Tesorería y como contador por designación del capitán General de la Isla, tuvo acceso a todos aquellos informes.
Total, que la población andaba aterrorizada. Precisamente la desaparición de otro niño, hijo de una familia muy conocida en aquella comarca, fue lo que motivó que aumentara la presión sobre este temible bandido, dando como resultado su posterior captura. También es cierto que no fue hasta el mismo comienzo del siglo XIX que se instaura en Santa María los tribunales de la "Real Audiencia", pero antes de eso aquellos territorios cubanos se encontraban como se suele decir, "a la buena de dios".
Pero vamos por pasos.
En Puerto Príncipe la gente estaba convencida de que "El Indio" era un caníbal, y que para saciar su macabro deseo se robaba a los niños y se alimentaba con ellos. Decían que les sacaba el corazón para beber su sangre. El pánico cundió rápidamente, y nadie se sentía seguro al atravesar los caminos. Las madres recogían temprano a los niños, las puertas estaban cerradas "a cal y canto" y todas las medidas de seguridad eran pocas. Por otro lado el historiador Abel Marrero, en su libro "Tradiciones Camagüeyanas", apuntó lo siguiente:
"Aquella población de bravos principeños, armados todos como era la costumbre, se acobardó, se hizo víctima de la cobardía colectiva, tan poco común en el mundo. Una ola de terror los hizo salir a sus fincas, ingenios y sembrados en piaras y grupos bien armados, temblando de terror al suponer algún encuentro con el Indio. El miedo se extendía, en la villa se encerraban sus habitantes a las siete de la noche, apagaban los pocos faroles del alumbrado… porque el Indio recorría en su caballo negro la ciudad".
En 1801 el ayuntamiento prometió recompensar al que lo capturara con 500 pesos, una suma elevadísima para la época. Sin embargo continuaba suelto, ni se le atrapó en los años siguientes. En mayo de 1804 el funcionario del cabildo, Juan de Dios Betancourt, aprobó un plan para la captura del que clasificaban como un "guachinango" y, a partir de ahí, se inició su cuenta regresiva. Entonces se produce el secuestro del niño José María Álvarez González, hijo de un vecino principal de la villa, lo que apresuró y concentró las acciones de su búsqueda y captura.
Muchos lugareños se sumaron con el fin de evitar, decían, que el tierno infante fuese devorado por el malhechor. El 11 de junio de 1804 le llegó al fin la hora al tal Indio Bravo. Dos vecinos de la finca "Cabeza de Vaca", Don Serapio de Céspedes y Don Agustín Arias, lo capturaron y lo ajusticiaron en el acto. Sin embargo se dijo que fue un esclavo de este ultimo quien en realidad le dio muerte, y por su condición de esclavo no pudo cobrar la recompensa. Ni siquiera por las gestiones que hiciera el alcalde Don Santiago Hernández.
Al filo de la media noche de ese día Indio Bravo entraba por última vez a Camagüey, pero con los pies por delante. En la Plaza de Armas se expuso su cadáver a la curiosidad y al escarnio. Pese a lo intempestivo de la hora, las iglesias echaron sus campanas al vuelo y los templos se abarrotaron de fieles que agradecían haber sido librados de aquel demoníaco azote, pero que, según otros, buena parte de esas historias se la habían inventado. Al día siguiente el pueblo se lanzó a la calle lleno de alegría, para celebrar el San Juan tradicional con júbilo desconocido hasta entonces.
Y como los Cubanos somos así, pues con el paso del tiempo la figura de este Indio Bravo se convirtió en "un ejemplo de rebeldía, o de bandolería romántica", dependiendo de quien le recordara. Es más, en 1893 le pusieron "Indio Bravo" a un periódico independentista y clandestino fundado por Raúl Acosta León. A la mente me vinieron los bandidos Félix Gallo, Juan María, Fello Hernández, Hermenegildo Ponce, Lengue Romero, Desiderio el tuerto, Montelongo, Gallo Sosa, Matagás y hasta el mismo Agüerito, que pasaron al imaginario de aquellos de "la patria primero". Y aunque por un lado se conoce que fue cierto que algunos de ellos fueron mambises, por el otro se sabe también que el grito de "Viva Cuba Libre" era su "patente de corso".
MALDITA HEMEROTECA
*Trabuco: Especie de fusil de grueso calibre con el cañón mas abierto en la punta.