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Marines profanando la estatua de Jose Martí en la Habana, el once de marzo de 1949. |
En una polémica publicación que se dio a conocer el 20 de mayo de 1916 y que tituló "Flores de trapo", el periodista Vasconcelos afirmó que Antonio Maceo había sido asesinado por diez cubanos, .. "algunos de ellos viven, y viven como príncipes”, dijo. Añadió además que su hermano José también había sido asesinado por sus compañeros.
Estas declaraciones provocaron la airada reacción de no pocos veteranos, entre ellos la del coronel Manuel Piedra Martel, quien había sido ayudante de El Titán de Bronce durante la Invasión a Occidente y había estado junto a él en la trágica escaramuza de San Pedro. Según su opinión, Vasconcelos perseguía el “infame propósito de fomentar odios de raza para explotarlos en su provecho personal”.
No solo eso, en aquel mismo año publicó el folleto El General Gómez y la rebelión de mayo. con el fin de hacer
correr la especie de que desde la presidencia de la República, José Miguel Gómez había alentado el
alzamiento de los Independientes de Color, en particular de Evaristo Estenoz, para después aplastarlos,
ganar prestigio como gobernante y alcanzar la reelección. Ya en aquellos días Vasconcelos se abría paso
con su periodismo agresivo, de combate, y a través
de sus artículos tomaba parte activa en las contiendas políticas que se llevaban a cabo. En 1918 estuvo
entre los fundadores de la Unión Liberal.
A continuación se trasladó a Santiago de Cuba,
donde siguió adelante con su campaña partidista
y sus escritos de repulsa al gobierno, que entonces encabezaba el conservador García-Menocal. En
febrero del año siguiente tropieza casualmente en
una de las estrechas calles santiagueras con un joven
llamado Alfredo Jústiz, surge entre ambos una discusión y Vasconcelos, sin pérdida de tiempo, empuña
un revólver y lo mata de un disparo en la cabeza.
Por ese homicidio fue procesado mientras él alegaba, como único recurso, haber actuado en legítima defensa de su honor, pues la víctima se encontraba desarmada. Sus amigos y correligionarios se
movilizan a su favor, es defendido por relevantes
abogados y al final del proceso resultó condenado a
seis años de cárcel; pero unos meses después sale en
libertad bajo fianza.
Retorna a La Habana y
en mayo de 1920 funda el periódico El Cuarto Poder.
Tras el ascenso a la presidencia de Alfredo Zayas es
beneficiado con un indulto, en gran medida gracias
a las gestiones de su amigo personal Arsenio Ortiz,
capitán del ejército de triste recordación, llamado
por sus crímenes El Chacal de Oriente. Libre ya de la
condena que le habían impuesto, semanas más tarde
Vasconcelos marchó como corresponsal de guerra a
Marruecos.
El periódico vespertino Alerta fue fundado por la
empresa editora del Diario de la Marina y comenzó a
circular el 25 de septiembre de 1935, bajo la dirección
del periodista José Ignacio Rivero (Pepín), a quien más
tarde sustituyó el asturiano José Antonio Fernández
de Castro. Tuvo una marcada orientación política de
derecha y durante la Guerra Civil Española libró una
constante campaña a favor de las fuerzas sublevadas
contra la República y el gobierno legítimamente constituido.
Tiempo después su calidad decayó, así como
su prestigio en el ámbito de la prensa nacional, y pasó
a ser considerado un apéndice del Diario de la Marina.
El 29 de enero de 1949 fue adquirido por el propietario de agencias de autos Ramón Santé Niebla, esposo
de la hijastra de Vasconcelos, quien retuvo en sus
manos la mitad de las acciones de la empresa y asumió su dirección. Sin pérdida de tiempo, este se
entregó a la tarea de darle una nueva vida a la publicación y para ello contrató los servicios del experimentado periodista Rafael Suárez Solís, a quien
designó, además de redactor, subdirector.
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Marines detenidos en la Habana. |
También logró atraer a nuevos colaboradores de talento, como la escritora Loló de la Torriente y el político y escritor español exiliado en México Indalecio Prieto. Para incrementar el número de lectores no dudó en apelar al sensacionalismo que proporciona la crónica roja, y en esa área contó con los minuciosos y truculentos reportajes de José Quílez Vicente, otro periodista del exilio republicano español y de larga trayectoria, que iba a cualquier rincón de la Isla para recoger datos sobre un crimen importante.
Como ejemplo de sus
trabajos podemos citar la serie de tres largas informaciones con fotografías, iniciada en la primera página
el 8 de marzo de 1949, acerca del caso de Olegario, un
apuesto joven de Jiguaní, muy enamoradizo, a quien
su novia, en un arranque de celos, le cercenó el miembro viril de un tijeretazo. En su edición del 12 de marzo, Alerta conquistaba la atención nacional, e incluso de otros
países, al publicar en exclusiva las fotos del ultraje al
Apóstol bajo este titular:
“Intentaron linchar a los
marinos de E. U. que profanaron la estatua de José
Martí”.
En un espacio inferior se insertó la siguiente
información, cuyo tono y sentido de la adjetivación se
inclinaban a favor de la grandilocuencia:
“Provocaron desórdenes y un tiroteo; reembarcados. —Los puntos más céntricos de la capital
vivieron anoche instantes de zozobra y de suprema
inquietud: grupos de marinos norteamericanos,
pertenecientes a la dotación del destroyer Rodman
surto en bahía, dieron lugar a incidentes de tal gravedad, que se temió en muchas ocasiones que se produjeran violentos choques entre hombres del pueblo
y los visitantes.
El más grave de todos, el que colmó la indignación popular y provocó un estallido de ira
que prendió como pólvora hasta en los espíritus más
pacíficos, fue el escenificado por varios marineros
yanquis cuando, con un descoco que sorprendió por
lo inaudito, escalaron la estatua del Apóstol Martí
en el Parque Central y sometieron ese símbolo de
nuestra grandeza patria a los más absurdos y abyectos vejámenes”.
En una de las páginas interiores, con el fin de
ilustrar la indignación popular causada por aquella
afrenta, se incluyó una fotografía de Isaac Astudillo que cuenta al final de su escrito complementario con esta afirmación:
“Prueba de ello es esta foto
que recoge solo un grupo de los numerosos jóvenes
—en su mayoría entre 18 y 25 años— que exacerbados visitaron la redacción de Alerta en la madrugada
para exponer su enérgica protesta ante tales desmanes”.
Pero en realidad la imagen nos muestra a alrededor de una veintena de jóvenes, algunos riendo y
otros saludando festivamente a la cámara. En el número siguiente de Alerta —que no se
publicaba los domingos—, correspondiente al lunes
14 de marzo, vio la luz el editorial “Los culpables”,
firmado por Vasconcelos, quien —recordemos— se
desempeñaba como ministro sin Cartera. En ese
escrito declaró:
“El sentimiento público, embotado
por las demagogias disolventes, reaccionó con insólita energía ante la desvergonzada profanación…”
Y seguidamente intentó impartir clases de ética ciudadana, condenó el vicio, la prostitución, el abandono de las normas morales y el relajamiento de las
costumbres, y llamó a adecentar la vida habanera,
que se había convertido, según su criterio, en un
lupanar. En una de las páginas interiores de esa edición se
insertaron varias fotos que recogían la ofrenda floral
y la guardia de honor, en el Parque Central, como desagravio a Martí, ofrecidas por el personal de Alerta al
día siguiente de cometida la profanación. En el grupo
se destaca, en primera fi la, a Gloria Vasconcelos, hija
y secretaria del director.
Pero aquel mismo día vio la
luz en el diario Pueblo el artículo “El ultraje al Apóstol Martí. Patriotismo bastardo”, del periodista y
abogado Néstor Piñango, quien había tomado parte
en las luchas estudiantiles anti machadistas, y ahora,
después de poner en solfa los principios morales de
Vasconcelos, llamaba la atención también acerca de
algunos puntos oscuros de aquella historia. Estos son
los párrafos más significativos de su escrito:
“Alerta debe permanecer el corazón cubano para
castigar todo ultraje a nuestras instituciones y a los
mártires y apóstoles que las consagraron en realidad
republicana. Sin embargo, ¿qué cosa hizo Vasconcelos?.
No creemos que el ultraje a Martí fue una auto provocación orquestada por los comunistas para
incentivar el movimiento antiimperialista e incluso
antiamericano. Tampoco somos del criterio de que
tras ella estuviese un plan urdido por Vasconcelos,
por muy pocos escrúpulos que tuviese y a pesar de
haber sido uno de los principales beneficiados con
aquel incidente.
Pero nos cuesta mucho esfuerzo
admitir que escalar la estatua del Apóstol fue una
iniciativa espontánea de unos cuantos marineros
norteamericanos borrachos y que de modo casual en
ese instante pasaba por allí uno o varios fotógrafos
que realizaron tan espectaculares tomas. Nos inclinamos a pensar que alguien —quizás varios— manipuló a aquellos jóvenes tan ignorantes de la historia
de Cuba como de Martí, y los exhortó a subir, no al
monumento del ingeniero Francisco Albear, situado
solo a cien pasos de distancia, sino al del más grande
de todos los cubanos.
¿Quién o quiénes, y con qué
intención? No lo sabemos; pero resulta evidente que
con el propósito de crear un gran escándalo. Por otro
lado, hasta donde conocemos, nunca se ha hecho
pública la versión de los protagonistas de aquel vejamen. Sería de sumo interés conocerla.