La muerte de Cafunga


En el refranero popular cubano la frase "Murió como Cafunga", hace referencia a un tipo de muerte violenta y fulminante, sufrida por alguien al que se supone le decían así, sin embargo parece que el tal Cafunga existió de verdad, y no fue fruto de una leyenda.

Según el sabio cubano Fernando Ortiz, Cafunga era un moreno criollo de treinta y tantos años y de oficio desmochador de palmas. Las Palmas en Cuba, muy altas por lo general, entre 20 y 40 metros, necesitan de estas personas hábiles y preparadas para subir hasta su peligrosa cima, y así podar los racimos de dátiles que en Cuba son conocidos como "palmiche", un fruto muy rico en almidones y grasas e ideal para la alimentación de los cerdos. (Similar a la bellota)

Las palmas reales cubanas (Roystonea Regia) han sido históricamente arboles muy útiles al campesino. De su tronco, de casi un metro de diámetro, obtenían las tablas para confeccionar los bohíos y de sus penachos secos las escobas rústicas e incluso, han sido muy utilizadas tambien en alineaciones de calles, avenidas y en entradas de fincas, debido a su regio porte. Sin duda, y no porque sean Cubanas, pero se trata de una de las variedades más bellas y majestuosas de las que existen.

Total que un buen día el tal Canfuga recibió un encargo para desmochar palmiche en la finca de don Francisco Cancio y Oropesa, frente al "El Espino", otra del mismo dueño en Alicante, término municipal de Sancti Spíritus, y hacia allí se dirigió en compañía del hijo de Don Antonio Abad Bernal y Ramos, Manuel Bernal y Jiménez, que se encargaría de atar la soga por donde corrieran deslizados los racimos de palmiche ya cortados.

Cafunga desmochó el palmiche de varias palmas, y habiendo otras dos casi unidas por el pie, desmochó la primera y cuando escalaba por la otra Manuel, que ya estaba  limpiando el tronco donde iba amarrar la soga, oyó un ruido y miró hacia el penacho de la palma donde aún estaban las trepaderas de Cafunga, pero no vio al desmochador. Le dio miedo y corrió para las casa, avisando a don Francisco lo que había oído y visto. 

Francisco corrió también hacia el lugar, mientras enviaba a Manuel a avisarle al cabo de ronda don Antonio, el cual dio parte al capitán pedáneo de Iguará, don Camilo Padrón y Veloso, que se hallaba a un cuarto de legua de su finca. Acudieron todos al lugar, también el escribiente de dicho capitán, de apellido Cagida, y encontraron en el suelo, cerca de la palma, el cadáver de Cafunga con la cabeza y cuello hundidos. Había caído de cabeza y se había desnucado. 

“Un viejo de apellido Bombino, también desmochador, subió a la palma con sus trepaderas y desató las de Cafunga por orden del Juez del Partido que instruyó el sumario, siendo trasladado el cadáver a la ciudad de Sancti Spíritus donde fue sepultado en el cementerio local, después de practicada la autopsia. Tanto impresionó esta muerte, que desde entonces se fue popularizando el dicho: “!Murió como Cafunga!”.

Fuente: "Glosario de Afronegrismo". Fernando Ortiz. La Habana. Editorial de Ciencias Sociales 1991
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