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Casa del capitán Arturo del Pino Ramírez. Crédito: Fotos de la Habana. //.. |
Aunque nació en la provincia de las Villas el 27 de octubre de 1878, al terminar la guerra y cobrar su jubilación el ex capitán del ejercito mambí, Arturo del Pino Ramírez, decidió irse a vivir a la Habana en busca de nuevos horizontes. Se radicó en esa casa situada en la misma esquina de las calles Manuel Pruna y Tres Palacios, en la barriada de Luyanó.
Se había incorporado al ejercito cubano en la guerra de 1895 con apenas 18 años, y fue destacado en las filas al mando del generalísimo Máximo Gómez Báez, donde alcanzó el grado de capitán. Finalizado el conflicto y desmovilizado, probó suerte en el nuevo ejercito y, en 1906, llegó a ocupar la jefatura de la policía en el poblado de Quemado de Güines, sin embargo al final decidió irse a la vida civil y hacerse negociante. Fue hostelero, alquiló el hotel "Comercio" de Caibarién, abrió un café en la localidad de Vueltas e invirtió dinero en una colonia de caña que abastecía al central "Reforma".
En 1919 se estableció definitivamente en la capital, donde adquirió una pequeña fábrica de medias en esta casa de Luyanó, que entonces tenía una vivienda anexa en la cual vivía. Era hombre de absoluta confianza de su colega de armas y paisano, el doctor Carlos Mendieta, candidato a la presidencia por el fraccionado partido liberal. De hecho en su fábrica de medias se guardaban todas las armas y documentación sensible de este partido, entonces en la oposición.
La vida quiso que una joven vecina suya, Celia Amoedo Herrera, le llamara la atención el constante trasiego que había en el establecimiento. Como al parecer lo de las armas escondidas era un secreto a voces, y temerosa quizás de que alguna explosión accidental le afectara, la chica dio parte a la policía.
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El 9 de agosto de 1931 varios agentes del orden rodearon la vivienda en medio de un pretendido registro. Sin embargo ya sabe, el fogoso ex mambí se resistió a la ley e incluso inició los disparos contra los agentes.
Ante la inesperada reacción, tanto las fuerzas, como el potencial de las armas, fue en aumento y no se hizo esperar, y a fuego de potentes ametralladoras rechazaron su ataque. En ese momento del Pino se encontraba acompañado de un correligionario español (quien lo iba a decir) de nombre Felipe Cabezas, y de un ex colega de armas en la manigua llamado Ignacio Arjona y que secundaron el fuego. Con la excepción de Arjona que terminó herido, del Pino y Cabezas terminaron masacrados por un contingente de agentes que superaba ya los 300.
Lo inexplicable y misterioso a la vez fue que, de los dos muertos del bando contrario, uno fue un agente y el otro lo puso la propia Celia Amoedo, la chica denunciante. No nos explicamos como pudo suceder esto. El 9 de agosto de 1946 la Asociación de revolucionarios develó una tarja, de la cual dejamos esa imagen. Este incidente se conoció después como la "Tragedia de Luyanó", y sí que lo fue. Es que salir indemne de una guerra contra España para venir a morir después a manos de los tuyos, resulta muy trágico la verdad. De valientes y guapetones están llenos los cementerios.
Maldita Hemeroteca