Hace poco se produjo en Francia el terrible homicidio de una niña llamada Lola Daviet, y aunque en un inicio las pistas apuntaban al tráfico de órganos, diferentes líneas de investigación condujeron a la policía hacia otra dirección muy distinta.
A los pocos días resultó detenida una joven argelina de 24 años de nombre Dahbia, que se encontraba en el país de manera irregular. Al parecer había cometido el asesinato en venganza por el mal trato que recibía de parte de la madre de su víctima, conserje del edificio donde vivía. La había degollado, y además le había marcado los pies con los números uno y diez. Por cierto la asesina tenía un expediente de expulsión del país, con lo cual de haberse concretado se hubiera evitado este horrible crimen.
Pero la noticia, sin que tenga nada que ver por supuesto, nos hizo inmediatamente recordar a la Lola Cubana, a la que asesinaron igual aunque por motivos bien distintos. Dicen que esta leyenda, sucedida en la Habana del mediados del siglo XX, comenzó a tomar cariz a raíz de una expresión que hiciera el entonces presidente de Cuba, doctor Ramón Grau San Martín, cuando al terminar su discurso miró el reloj y dijo: “!Coño las tres de la tarde, la hora en que mataron a Lola!”.
Se trataba de la cubana Dolores Oropesa, una bella joven que residía en un apartamento entre las calles Pilar y Belascoain, en la Habana, y que decían se dedicaba a la prostitución. Unos de sus supuestos clientes, un importante médico de profesión de nombre Edmundo Mass, se había enamorado de ella, mala cosa tratándose de ese oficio, y en un arranque de celos le asestó una mortal puñalada en el pecho.
Pero la noticia, sin que tenga nada que ver por supuesto, nos hizo inmediatamente recordar a la Lola Cubana, a la que asesinaron igual aunque por motivos bien distintos. Dicen que esta leyenda, sucedida en la Habana del mediados del siglo XX, comenzó a tomar cariz a raíz de una expresión que hiciera el entonces presidente de Cuba, doctor Ramón Grau San Martín, cuando al terminar su discurso miró el reloj y dijo: “!Coño las tres de la tarde, la hora en que mataron a Lola!”.
Se trataba de la cubana Dolores Oropesa, una bella joven que residía en un apartamento entre las calles Pilar y Belascoain, en la Habana, y que decían se dedicaba a la prostitución. Unos de sus supuestos clientes, un importante médico de profesión de nombre Edmundo Mass, se había enamorado de ella, mala cosa tratándose de ese oficio, y en un arranque de celos le asestó una mortal puñalada en el pecho.
Eran exactamente las tres de la tarde en 1948 cuando ocurrió sangriento y trágico suceso, aunque nunca se supo el día con exactitud. Por cierto en los tiempos que corren, y a juzgar por la canción con la que el compositor puertorriqueño Rafael Hernández Marín la inmortalizó, cualquiera de las actuales feminazis hubiera alegrado, y hasta celebrado, su muerte:
No podríamos asegurar que haya sucedido así, pero cuando el hasta el presidente de la república lo dio como un hecho, todo el mundo "le siguió la rima". No obstante puede que nuestra famosa Lola nunca haya existido en realidad, y que haya sido este tema quien propició su leyenda. En caso contrario la fecha de su muerte no es la correcta, toda vez que el compositor boricua estrenó la canción en New York, el 27 de noviembre de 1935, bastante antes de que ocurriera este supuesto drama pasional. También es cierto que a esa hora, las tres de la tarde, fue cuando Cristo murió tras haber implorado misericordia al altísimo en medio de su agonía, y quizás le haya dado ese pie al autor.
En fin, que si lo fueron o no que más da. Fíjese la de gays importantes que hubo en la historia. Desde Miguel de Cervantes, George Washington, Oscar Wilde, Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel, Federico Garcia Lorca, Hans Christian Andersen. Incluso reyes, como Alejandro Magno o Luis XIII o Ricardo corazón de león, o de leona, quien sabe. Y a saber por ahí. De hecho hay un libro que se titula así, "Grandes Maricas de la Historia", de Álvaro San Juan.
"Eran las tres de la tarde cuando mataron a Lola, y dicen los que la vieron que agonizando decía, «Yo quiero, quiero, quiero ver a ese hombre que me ha robado la vida, yo quiero verlo y besarlo para morirme tranquila. Ese hombre fue mi alegría, ese hombre fue mi tormento, ese hombre yo lo quería, me estoy muriendo».
Por cierto el llamado "Jibarito" fue autor de temas verdaderamente famosos, como "Lamento Borincano", "Silencio", "Ausencia", "Perfume de gardenias", "Campanitas de cristal" o el famosísimo "Cumbanchero". Aún así nuestra Lola se hizo internacional no crea, tanto que hasta el pintor catalán, Ernest Descals, la dibujó en uno de sus cuadros. Este acuarelista de Manresa era aficionado a pintar mujeres famosas, algunas de ellas Cubanas, una de sus temáticas preferidas.
Por otro lado el revolucionario y patrocinador del gansterismo más violento que se haya conocido en Cuba, el corrupto doctor Ramón Grau San Martín, era un hombre muy ocurrente y hasta medio "pájaro" decían. De hecho nunca se casó, e inclusive uno de los logros de su administración fue establecer el voto femenino. "Las mujeres mandan", decía el presidente, no sabemos si a propósito o que. Aunque su sobrina Polita Grau siempre lo negó todo. No, y por esa regla de tres los hay que hasta aseguran que entre los jóvenes muertos en el edificio de la calle Humbold número 7, en abril del 1957 en la Habana, "la sodomía estaba "que daba al cuello".
Lo que si les hubiera jodido seguramente - de haber vivido claro - sería haberse jugado la vida por un proceso que, con los años, obligó a miles a emigrar del país como consecuencia de la naturaleza homofóbica de uno de ellos mismos, de Fidel Castro, al que la herencia española le marcó la necesidad enfermiza por demostrar su poderío de macho Alfa, cuando en realidad maricones revolucionarios los hubo siempre en Cuba, hasta en el ejercito libertador y con mucho más cojones que él.
Maldita Hemeroteca