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Tarja en el cementerio de Remanganaguas |
El 20 de mayo, a las 9 de la mañana y bajo una copiosa lluvia, llegó la columna española al poblado de Remanganaguas. Luego, a las 3 de la tarde, se le dio sepultura a los restos mortales de Martí en el cementerio y sin ataúd.
El cadáver siempre estuvo custodiado por fuerzas del Ejército y fue conducido a la fosa por cuatro soldado. Aquel mismo día 20, Máximo Gómez envió a su ayudante Garriga con una carta para Ximénez de Sandoval, preguntándole por Martí o sus restos, pero no tuvo respuesta. Gómez escribió en su “Diario de Campaña”:
“El día 20, mando mi ayudante Ramón Garriga, con una carta mía, al jefe enemigo a indagar si Martí es muerto o vive con herida grave, o lo que sea. A las cinco de la tarde envía Garriga noticias esperanzadoras de que Martí va herido y bien atendido. El jefe enemigo, coronel Sandoval, deja un papel escrito en manos de la señora Modesta, que da a entender que como H. (hermano masón) de Martí, está bien atendido”
ENTIERRO DEL CADÁVER DE JOSÉ MARTÍ.
En una capilla en construcción y sobre un sencillo túmulo se colocó el ataúd. Se levantó luego la tapa del féretro para levantar el acta del enterramiento, antes reseñada, y pudo entonces comprobarse que el cadáver de Martí estaba completamente putrefacto y despedía un hedor intolerable, a pesar del excelente pero tardío trabajo realizado por el doctor Valencia.
El silencio en el cementerio era absoluto, pese a la gran tensión existente entre la multitud que se agolpaba en torno al cadáver. El coronel Ximenez de Sandoval y Ballange rompió aquel silencio expectante y se dirigió al público asistente con estas palabras:
“¿Hay aquí algún pariente o amigo del que en vida fue José Martí? Pregunto esto por si alguien quiere tributarle los últimos honores”. Los partidarios de la Revolución cubana se miraron unos a otros sorprendidos, pero nadie se atrevió ni a susurrar palabra alguna. El coronel hizo una pausa, pero al comprobar que nadie se atrevía a responder a su invitación, continuó con un breve y muy sencillo discurso fúnebre:“Señores, ante la muerte, cuando pelean hombres de hidalga condición como nosotros, desaparecen los odios y rencores. Nadie que se sienta inspirado de nobles sentimientos debe ver en estos yermos despojos, un enemigo, sino un cadáver. Los militares españoles luchan hasta morir, pero tienen consideración para el vencido y honores para el muerto
Señores ante el cadáver del que fue en vida José Martí y ante la carencia absoluta de quién pronuncie las frases que la costumbre ha hecho de rúbrica, suplico a ustedes no vean en el que a nuestra vista está, al enemigo y si al cadáver del hombre que las luchas de la política colocaron ante los soldados españoles.
Desde el momento que los espíritus abandonan las materias, el Todopoderoso, apoderándose de aquellos, los acoge con generoso perdón allá en su seno; y nosotros al hacernos cargo de la materia abandonada cesa todo rencor como enemigo y dando a su cadáver cristiana sepultura que los muertos merecen. He dicho".
Allí en el cementerio de Santa Ifigenia, cuando los cubanos callaron por miedo, tan sólo habló un noble coronel español. Lo hizo precisamente el oficial que estaba al mando de la columna española que dio muerte a Martí en Dos Ríos. Fue un discurso fúnebre muy merecido, ya que si bien es cierto que José Martí había luchado y dado su vida por la independencia de Cuba, nadie podía negar su profundo amor a España.
El entierro le costó al Estado Español la suma de siete pesos:
- --Tres tablas de madera de cedro - 3 pesos.
- --Cinco libras de cera amarilla - 1 peso
- --Tres libras de clavos dorados - 0,45 cts .
- --Dos paquetes de puntas (puntillas) tipo “París”- 0,40 cts
- --Dos paquetes de velas - 0,15 cts.
- --Por la gratificación a los que construyeron el ataúd - 2 pesos
- Total. 7 ,00 pesos.
El acta decía: “En el cementerio general de la ciudad de Santiago de Cuba, a los 27 días del mes de mayo de 1895, constituidos en el mismo, a las ocho de la mañana, el señor Coronel don José Ximénez de Sandoval, jefe de la columna que dio la acción de Dos Ríos el 19 del corriente mes, comandante de infantería del primer batallón del regimiento de Cuba nº 65.
Don Manuel Tejerizo Cabrera, el comandante capitán de Caballería ayudante del Excmo. Señor general don Jorge Garrich, don Enrique Ubieta Mauri, el capitán de Infantería don Enrique Satué y Carbonell, a las órdenes del citado señor coronel Ximénez de Sandoval y el doctor en medicina y cirugía don Pablo A. de Valencia Fons, se procedió, según orden del Excmo. Señor general Gobernador militar de esta plaza, a la identificación y enterramiento del cadáver del titulado presidente de la cámara insurrecta don José Martí.
En tal virtud y verificada la identificación, dispuso el señor coronel antes citado se procediera a darle cristiana sepultura, como así se verificó a presencia de los antes citados señores y numeroso grupo de vecinos de esa ciudad, en el nº 134 de la galería Sur. Y cumpliendo lo ordenado por S.E. firmamos esta acta para los efectos que procedan y constancia en lo porvenir. Manuel Tejerizo. Enrique Ubieta Mauri. Enrique Satué. Pablo A. de Valencia. José X. de Sandoval”.
En 1993 el dictador Fidel Castro tuvo que hacer público el reconocimiento por aquella pundonorosa actitud del coronel Ximénez de Sandoval en el entierro, en una escueta carta - acusa de recibo - al abogado Enrique Jiménez de Sandoval, ya fallecido, sobrino nieto del coronel, que en esos momentos residía en la parroquia de Mera de Ortiguera, en A Coruña. Este señor, que ya había estado de visita en Cuba en tres ocasiones, le había escrito a Castro un año antes.