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"Mi muerte no cambiará los destinos de Cuba", dijo momentos antes de que el verdugo apretara el tornillo del garrote vil. (Daguerrotipo de Narciso López en 1948) |
El historiador venezolano Salvador Augusto Mijares aseguró una vez que bajo el nutrido fuego español, uno de los cubanos que estaba con Narciso López en la invasión a Cárdenas le gritó, "Que le abandonan López, que le abandonan", Narciso le respondió inmutable, "Tranquilo Pepe, los cubanos nadan, lo que hay es que empujarlos al agua". Sin embargo, al final fue él quien tuvo que nadar rumbo a Cayo Hueso lamentablemente.
El 19 de mayo de 1850, a 150 km al este de La Habana, el ex militar venezolano Narciso López de Urriola, que había sido destituido como gobernador de varias villas en el centro de la isla cubana como Trinidad, Remedios, Santa Clara y Santi espíritus a la caída de los liberales en España, desembarcó en la ciudad de Cárdenas al mando de 521 expedicionarios (mercenarios para otros) para intentar rendir a España.
En ese ataque llegó a controlar militarmente por varias horas, hizo ondear por primera vez la que sería nuestra bandera de la República de Cuba, y la que sigue siendo aunque ya no sea tan libre. ¿Qué Narciso era un anexionista?, podría ser, quizás el poco apoyo encontrado en Cuba le obligó por otros derroteros, pero aún así ese mérito histórico de intentar liberar a los Cubanos no hay quien se lo quite por mas ganas que tengan algunos. Y no solo la bandera, junto con el poeta Teurbe Tolón y varios de su seguidores diseñó también nuestro escudo nacional.
Lo cierto fue que por esas ideas pagó con su vida en el garrote vil, el día uno de septiembre del 1851. También habría que mencionar a José Aniceto Iznaga Borrell, su sobrino José María Sánchez Iznaga, Cirilo Villaverde y Juan Manuel Macías, entre todos confeccionaron en 1849 nuestra insignia nacional que, según versiones, fue un guiño al diseño de la bandera de la estrella solitaria Texana.
Narciso nunca encontró apoyo entre los Cubanos de bien para materializar su idea, al menos no como hubiera querido, por eso tuvo que reunir a mercenarios americanos llamados filibusteros, que a saber con que promesa, se enrolaron en su empresa. Se dijo que aquellos reclutas de Missisippi y Lousiana aceptaron la oferta de 1000 dólares y varios acres de tierra en suelo Cubano en caso de lograrse la victoria.
Y no solo lo intentó una, fueron varias las veces que persistió en la idea de invadir a Cuba, hasta que en la ultima, a bordo del barco "Pampero" y al mando de 400 hombres, tocó tierra por Bahía Honda, en Pinar del Río. Luego de algunas escaramuzas en las que resultó herido el mariscal de campo español Manuel de Ennas y Sas, terminó siendo apresado en las inmediaciones de la localidad de San Cristóbal.
Por otro lado no faltaron intentos por parte de otros historiadores en desprestigiarle por sus supuestas ideas anexionistas, ideas que dicho sea de paso eran compartidas por varias de las "vacas sagradas" del proceso libertario Cubano, como el propio Carlos Manuel de Céspedes sin ir mas lejos. Total, al menos su propósito, compartido o no, sembró la semilla en los cubanos y aunque no lo creamos en los futuros gobiernos de Estados, que años más tarde resultaron la clave en la ansiada libertad de Cuba.
Maldita Hemeroteca
PD: Primer Congreso Nacional de Historia: Tomado de un artículo del historiador de la Habana Emilio Roig de Leuchsering, "Homenaje a los mártires de 1851".
La Masonería cubana ha sido en todos los tiempos, desde su fundación, la institución que más elementos ha aportado a la independencia, la libertad, la cultura y el progreso de Cuba; no sólo nos legó la bandera que la Cámara Constituyente de Guáimaro escogió como lábaro sagrado de la Guerra Libertadora de los Treinta Años, sino que también Narciso López dio a los cubanos el preciado tesoro de su voluntad inquebrantable de ser libre, de pelear, sin tregua ni descanso, hasta lograr abatir el despotismo español: lección esplendorosa y magnífico ejemplo que convirtieron en realidad los héroes y mártires de aquella epopeya inmortal iniciada en La Demajagua y terminada triunfalmente, treinta años después, en Santiago de Cuba.